Así estaba, solo, rodeado de multitudes, mirando un lejano horizonte, esperando… no sabía que esperaba, solo que debía aguardar, así pasaron los años, y muchas personas pasaron a su alrededor, unas notaron vagamente su existencia, otras incluso lo trataron de desenfocar del horizonte que miraba sin cesar, incluso unas lograron hacer que desviase su atención por instantes, pero nunca lo lograron mover de ese lugar, enraizado miró y miró, pero no llegaba lo que esperaba. Aunque eso su paciencia no agotó.
Un día entre lo gris del horizonte una doncella se asomo, una doncella de morena piel, con ojos almendrados, y muy bella de corazón, iba de naranjo, vestida, no con mucho cuidado, pero en el fondo no era eso lo que llamaba la atención, fue entonces cuando salió de su letárgico estado, y un paso dio, así tubo que moverse paso a paso, hasta que ella la mano le alzo, sus dedos se entrecruzaron, y en uno sus corazones se fundieron, hoy caminan completos, no pudiendo ser separados, porque la espera de ambos, al fin acabó.
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